por César Luaces Frades. Director general y secretario general de ANEFA
Es del dominio público que el contexto internacional en el que estamos inmersos es extremadamente complejo y plantea unos retos cuyas consecuencias eran impensables hace unos años. La crisis provocada por la pandemia de la COVID-19 ha expuesto vulnerabilidades que afectan a la seguridad nacional (y desde luego europea) y al bienestar de los ciudadanos, como son la dependencia del abastecimiento exterior y la fragilidad del flujo comercial internacional.
En consecuencia, al cambio acelerado del modelo energético por la aplicación de políticas de neutralidad climática, se ha superpuesto a las crisis de las cadenas logísticas y de transporte, el desabastecimiento de materias primas, los gastos financieros crecientes o el incremento generalizado de costes de la energía y otros suministros a lo largo de 2021. Algo que la invasión rusa de Ucrania ha acelerado en 2022.
A la hora de poner en marcha esas políticas públicas de cambio climático, la Unión Europea y los estados miembro deberían comprender que es decisivo y esencial entender la sostenibilidad como un concepto multivariante donde la capacidad de tender a la descarbonización y circularidad de la economía, únicamente podrá alcanzarse plenamente si racionalizan los objetivos. Establecer objetivos imposibles de cumplir tecnológicamente en los plazos previstos y a costes inasumibles solo llevarán al fracaso y al desaliento.
Además, si Europa y las otras economías que están liderando la lucha por la descarbonización no logran involucrar a todo el resto de los países, con estrategias y objetivos análogos, no se lograrán efectos apreciables, ni detener el cambio climático, y se producirá una deslocalización de la actividad económica y de las emisiones hacia los territorios con menores estándares medioambientales, así como un descenso de la renta por habitante en Europa.
Por eso, es imprescindible que todos estos poderes públicos expliquen a los ciudadanos europeos, con transparencia, los otros costes directos – económicos y sociales – que habrán de soportar todos ellos (y que ya están padeciendo) para lograr la neutralidad climática, como única alternativa para transformar el creciente descontento social en una acción estructural por el clima.
A todo ello se suma que el actual contexto geopolítico desencadenado tras la guerra de agresión rusa se caracteriza por una tremenda inestabilidad y un aumento incesante de la competencia estratégica.
Esto ha llevado a que, tras 40 años de ignorar sus materias primas minerales, expulsándolas de todo tipo de planeamientos, la Unión Europea (UE) y sus estados miembros están teniendo que asumir aceleradamente una mayor responsabilidad respecto de nuestra seguridad y adoptar nuevas medidas decisivas para construir nuestra soberanía europea y reducir nuestras dependencias.
En este sentido, dos hechos, diría que históricos para nuestra industria han sucedido en las últimas semanas: la aprobación, por el Consejo de ministros, de la Hoja de Ruta para la gestión sostenible de las materias primas minerales, en la que PRIMIGEA y COMINROC hemos tenido un papel decisivo y el anuncio de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, de que se creará una Ley Europea de Materias Primas Críticas, de obligado cumplimiento para los estados miembros, que busque acabar con la actual dependencia que tiene Europa de países externos para satisfacer su demanda. Todo esto dentro del plan REPowerEU.
Hace unos días, sin ir más lejos, participé en un workshop de la Comisión que está re-evaluando la lista de MPM, para definir no solo las que se definen como críticas, sino también las que serán estratégicas, incluyendo en este ejercicio a las arcillas o los áridos. Este lunes asistí a una reunión sobre autonomía estratégica en el Senado.
Nuestro sector se encuentra, pues, en el centro de un vendaval de cambios que nos empuja, a todos como sociedad, hacia una nuevo escenario global. Uno en el que la importancia de las materias primas explotadas y procesadas de manera sostenible, responsable y segura sea, por fin, reconocida como tal a todos los niveles. En medio de la tormenta, parece que algo empieza a cambiar.